Katalin Karikó, bioquímica de origen húngaro, que tras estudiar Biología en Hungría, se fue EEUU para hacer el doctorado y jamás regresó. La investigadora, migrante y a menudo desprestigiada, es en sí una historia de lucha y reivindicación en la comunidad científica. Aun teniéndolo todo en contra, persistió en su pasión en Estados Unidos.
30 años atrás, en los 90, nadie podría imaginar que la investigación de Katalin sobre una sustancia para combatir enfermedades, a través del ARN mensajero, fuera a ser tan importante y decisiva para el desarrollo de vacunas de tal relevancia como la vacuna de la Covid-19.
Las investigaciones de Katalin karikó sobre el “ácido ribonucleico mensajero”, moléculas genéticas que le dicen a las células qué proteínas deben crear, le costaron su puesto en la facultad. La Universidad de Pensilvania para la que trabajaba desechó la idea, que no logró ninguna subvención. En aquel entonces, Karikó no era ciudadana de EE.UU. y necesitaba un trabajo para renovar su visa. Por ello decidió continuar como investigadora en un rango inferior y con un salario escaso.
Durante más de cuatro décadas, la profesora Karikó exploró sin descanso cómo las moléculas monocatenarias del código genético podrían usarse para tratar afecciones que van desde accidentes cerebrovasculares y cáncer hasta la influenza. A pesar de las degradaciones, los innumerables rechazos de subvenciones y, en algunos puntos, el profundo escepticismo de sus compañeros científicos siguió adelante.
Karikó estuvo al frente de por lo menos dos importantes avances: En 2005, junto con su principal colaborador Drew Weissman, resolvió un fallo del ARNm sintético. Y diez años después, descubrieron cómo enviarlo a la parte correcta de las células. “Lo revisamos una y otra vez y al final pensaba ‘¿Qué más puedo hacer?’ porque si no sentía que estaba desperdiciando mi vida”, expresó Karikó.
Estas innovaciones fueron clave para la vacuna contra la COVID-19 desarrollada por Pfizer y su socio alemán BioNTech, donde Karikó es ahora vicepresidenta, así como para la vacuna producida por ModeRNA.
Ambas funcionan dando a las células las instrucciones para fabricar una proteína de superficie del coronavirus, que simula una infección y entrena al sistema inmunológico para cuando se encuentre con el virus real.
Para la científica Karikó, el avance va más allá de la esperanza de que la nueva vacuna ayude a cambiar el rumbo de la pandemia. Es una validación de su creencia de toda su carrera en el potencial terapéutico del ARN mensajero sintético (ARNm), una tecnología que podría abrir la puerta a una nueva generación de tratamientos y curas.Katalin Karikó es un ejemplo de mujer y científica, perseverante y luchadora, que no se arrugó pese a los numerosos problemas que se le plantearon a lo largo de su carrera investigadora y cuyos hallazgos son fundamentales para el desarrollo de nuestra sociedad presente y futura.